Sanar es posible

Esto es un testimonio de esperanza. Sanar es posible y es real. Es mucho más que un hashtag en las redes sociales. Quiero hablarles de una manera de sanar que requiere ver de frente esos rincones oscuros en nuestra mente, esas palpitaciones que se aceleran y sensaciones nauseabundas al recordar dolores pasados. Esta forma de sanar involucra un tratamiento psicológico. En inglés se conoce como Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR). En español la han traducido como Terapia de Movimiento Ocular y Reprocesamiento. Antes de explicar de qué se trata, quiero compartir un poco de contexto.

La violencia entre parejas puede manifestarse en cualquier momento y en cualquier variación de edades, capacidades económicas, identidades y géneros. Yo me identificó como una persona “cuir” o queer y mi última relación duradera fue con una persona no-binaría. Luego de un año de reflexión y de tratamiento  he decidido compartir mi experiencia. En principio, asumo que las personas no entramos en una relación con la intención de hacernos daños, pero en muchas ocasiones la combinación de nuestros pasados, nuestros traumas, los desafíos que enfrentamos en esta sociedad y nuestras condiciones en el presente crean escenarios en los que podemos hacernos mucho daño. No es raro, entonces, salir de estas relaciones con heridas y con la probabilidad de haber agudizado o detonado eso mismo que nos hace vulnerables.

Así me ocurrió a mí. Aunque no experimenté violencia física, sí salí bien “magulladita” de esa relación. Hoy en día puedo reconocer los patrones de violencia psicológica y manipulación emocional que me llevaron a una depresión severa y a tener una ansiedad generalizada.

Decidí tomar medicación para poder recuperar mi vida y mi salud. Luego de lograr un poco de estabilidad busqué otra opción y le aposté al tratamiento EMDR. Se trata de una terapia exigente y algo inusual, pues para que funcione es necesario enfrentar directamente aquellos momentos traumáticos que cargamos.

La terapista con la que hice el tratamiento me dio una explicación didáctica y eficiente: nuestro cerebro es como un gabinete de carpetas. Las experiencias de cada día las procesamos al dormir y se van en una carpeta que añadimos al gabinete. Esto no ocurre con las experiencias traumáticas: ni el cuerpo, ni el cerebro saben qué hacer con ellas y la carpeta queda flotando por ahí. Por eso, cuando sentimos reacciones ante situaciones que nos pueden recordar inconsciente o conscientemente el trauma, es como si esa carpeta flotante se abriera y se cayeran todos sus papeles. El objetivo de una terapia como EMDR es recoger los papeles, cerrar la carpeta y encontrar su lugar en el gabinete.

Esos recuerdos dolorosos no se borran, pero aprendemos cómo integrarlos a nuestra historia personal para seguir adelante sin que nos dañen tanto. Y eso ha sido lo que he ido logrando con la terapia. En las sesiones, la persona que guía estimulará nuestra reacción cerebral ya sea con movimientos oculares o con vibraciones en las dos manos. Simultáneamente al estímulo, se nos pide entrar en un espacio mental que nos permite regresar a esos momentos traumáticos. Para mí eso equivalía a recordar momentos tremendos con mi ex-pareja. Una vez allí, se intenta reprocesar el recuerdo: lo más potente es entrar en la escena como la persona que eres en el presente y brindarle ayuda, refugio y amor a la persona que fuiste en ese momento. Se llora mucho, pero es liberador. Toma varias sesiones procesar un trauma, pero según varios estudios, en pocas sesiones se siente el alivio. Soy testigo de eso: aunque no olvido nada de lo ocurrido, ya no me roba la calma, ni mi sueño, ni mis días, ni mi alegría. Podemos hacernos daño, pero merecemos sanar. Y sanar es posible.

Notas

1 – Re-apropiación por parte de diferentes espacios colectivos latinoamericanos del término anglojasón “queer”. Define sexualidades y prácticas no normativas. También se rehusa a la noción de “gay” u “homosexual”por alejarse del binario de género hombre/mujer. La atracción y las relaciones se dan entre personas de muchos más géneros.

2 – Nominativo para identificarse en cuestión de género por fuera del binario hombre/mujer y también de la normatividad de las personas trans binaria: trans-mujer y trans-hombre.