Arroz con leche

Arroz con leche, me quiero casar, con una señorita de la capital, que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a pasear. ¿Que significa ser mujer? ¿Cuándo tomamos conciencia de lo que significa ser mujer? ¿Cuáles eran nuestros roles en la casa como niñas? ¿Cuál era la diferencia entre el rol de nuestras mamás y el de nuestros papás? Desde chicas las mujeres ya nacemos con el estigma del trabajo doméstico no reconocido.  Me acuerdo que, cuando tenía cerca de 10 años, una vecina vino a decirle a mi mamá que yo sería buena esposa para su hijo de 17 años. Me acuerdo, también por ese tiempo, que cuando iba caminando en la calle  unos tipos me chiflaron y me acosaron sexualmente con palabras. Sentí mucho miedo, pero cuando se lo conté a mi mejor amiga – que era 5 años mayor que yo-, me felicitó porque según ella eso significaba que yo ya comenzaba a ser mujer. De ahí en adelante los roles en casa fueron cambiando: mi papá  era más estricto conmigo que con mi hermano. Yo no podía andar en la calle tan tarde.  Debía aprender a lavar los platos y a limpiar, mientras mi hermano podía pasar horas mirando la tele. Cuando le preguntaba a mi mamá porque él podía tirar basura en el piso y nadie le decía nada, mi mamá me decía “ash, ya sabes como es tu hermano”. Mi mamá no trabajaba fuera de casa y no tenía amistades. Se la pasaba en casa atendiendo los quehaceres domésticos… aguantando los insultos de mi papá, de mi hermano, y también  los míos. Cuando ella consiguió un trabajo en una lavandería, mi papá se enfureció y dejó de darle dinero. Le dijo que ella estaba desatendiendo las tareas de la casa y la humilló. Al poco tiempo ella dejó ese trabajo y regresó a su vida  solitaria en nuestra casa. La vida de mi mamá no es tan diferente a la de la mayoría de las mujeres. Desde chicas se nos educa para “ser mujeres”, “ser femeninas” Se nos enseña a vestirnos para “gustarle a los hombres”, a estar calladas, a ser dóciles, a realizar los trabajos domésticos de la casa, y a soñar con el día en el que el príncipe azul nos venga a rescatar para construirnos esos castillos de arena. Esos mismos que se desboronan  cuando nos damos cuenta que pasamos de ser sirvientas sin salario de nuestros papás y hermanos, a seguirlo siendo para nuestros maridos e hijxs. Porque, claro, una mujer no puede estar nunca completa sin el cometido de ser madre, porque “una mujer sin hijxs, es como un jardín sin flores”. Cómo si el cometido de nuestra existencia estuviese siempre escrito de por vida a lidiar con la imparable montaña de trabajo doméstico invisibilizado que crece en pilas de platos que lavar, ropa que doblar, pisos que fregar, etc. Soy madre y no reniego de mi posición como tal, pero estoy consciente de que yo decidí responsabilizarme de la crianza de mi hija. Tuve el poder de decidir sobre mi cuerpo y mi habilidad de gestar. Muchas de mis amigas no han podido ni siquiera tomar esa decisión libremente, solo han tenido que asumir crianzas no deseadas. Pero regresemos a este tema del trabajo doméstico y el rol de la mujer. ¿Cómo nos sentimos cuando no podemos decidir sobre la distribución de tareas en la casa? ¿Cómo nos sentimos cuando nuestros compañeros o los hijxs llegan a la casa y nos reclaman que no está limpia? ¿O de que ese trabajo doméstico no sea reconocido monetariamente? Y qué tal nos sentimos el Día de la Madre, cuando el marido o lxs hijxs nos vienen a regalar una plancha, o una licuadora.  Yo incluso lo hice con mi mamá: Una plancha para ella.¡ Bonito regalo! Ahora,  cuando voy a visitarla, resulta que  tiene hasta 3 planchas guardadas en cajas, sin usar. A ella jamás le ha gustado planchar. ¿Por qué los otros no pueden hacer el trabajo doméstico? ¿O por qué se piensa que el  dinero que se le da a la mujer para comprar la comida, la ropa, los útiles escolares, transportes, etc, es el pago justo de su trabajo invisibilizado? Ni siquiera es su dinero, es dinero para el “gasto”. Ahora resulta que las mujeres no solamente hacen trabajo sin pago, sino que además cuando el “gasto” no alcanza todavía hay reclamos de que no saben administrar. Entonces, las mujeres, además de hacer  el trabajo doméstico (limpiar, lavar, cocinar, criar, educar, etc), tambièn tiene que ser contadoras y  administradoras. Todo eso sin un reconocimiento monetario y con reclamos. Y no se diga de las “obligaciones sexuales”. ¿A quién le conviene entonces la feminización de la mujer?  Los estereotipos de los roles femeninos se usan para mantener a las mujeres encerradas en sus casas, sin tiempo para poder dedicarse a sí mismas, para tener una vida social, o disfrutar un momento. Recuerdo  que muchas veces, cuando mi mamá y mi papá peleaban, yo le reclamaba a mi mamá  por qué no nos íbamos y lo dejábamos. Mi mamá, con lágrimas en los ojos, me respondía: “¿A dónde vamos? De que vamos a vivir?” El sometimiento de mi mamá no solamente la obligaba a desarrollar trabajo doméstico invisibilizado, sino que también la obligaba a soportar la violencia doméstica machista de mi papá. Por ahí se dice que cuando las crisis económicas azotan a un país, la violencia doméstica sube de niveles. Pienso en todo esto hoy en día. Me cuestiono sobre el rol de las mujeres. Me llena de temor al saber que estoy criando a una niña. Pienso en las obligaciones que tuve de niña, en el acoso sexual, en la violencia de mi padre y mi hermano. No se trata de renegar del trabajo doméstico, pues es un trabajo necesario que se debe hacer y hay miles de mujeres en este país, especialmente mujeres migrantes, que lo hacen como forma de subsistencia. Pero, lamentablemente afrontan condiciones de pagos injustas, bajo el estigma de que realizan trabajos desvalorizados. La mujer que migra va a otro país sabiendo que carga con una deuda, que el sacrificio que ha hecho tiene que rendir. Por eso mismo, muchas veces termina empleándose como  trabajadora  doméstico bajo condiciones deplorables, y todavía tiene que llegar a la casa a continuar haciéndolo sin recibir ningún tipo de aprecio o reconocimiento. Cuando llegué a este país preferí hacer trabajo de construcción porque un amigo me ofreció trabajo en su cooperativa que pagaba más justo. Los otros hombres que estaban haciendo jardinería me preguntaron porque estaba ahí jalando una carretilla: “¿No tienes marido?” “¿Por qué no estás cuidando niños o limpiando casas?” Y, de ahí, pasaron a acosarme sexualmente. De nuevo, no se trata de renegar de los trabajos que son necesarios para la subsistencia y la independencia, sino de las condiciones que mantienen estos trabajos y roles de género en un sistema de opresión. ¿Cómo podríamos generar espacios de sororidad entre mujeres en los cuales pudiéramos apoyarnos entre nosotras? ¿Cómo creámos espacios de convivencia seguros para las mujeres, dónde pudiéramos por ejemplo compartir el cuidado de lxs hijxs? ¿Cuáles son las opciones que tenemos como mujeres inmigrantes en este país? Las mujeres necesitamos espacios de sororidad donde podamos acompañarnos, escucharnos, donde podamos compartir, reír, bailar, llorar, soñar, construir. Son estos espacios construidos entre mujeres, los que nos pueden ayudar a pensar y decidir colectivamente sobre nuestros cuerpos y roles. Tenemos derecho a soñar, a ofrecerle opciones a nuestras hijas para que puedan decidir sobre sus cuerpos y sobre sus roles en la casa, para que vivan libres de violencia doméstica y de acoso sexual. Queremos ser libres, queremos un pago justo, condiciones justas, queremos definirnos como mujeres en nuestros propios términos. Queremos vivir libres y gozosas. Queremos vivir sin miedo.