La noche más larga.

Artículo La noche más largaRecuerdo que era un día de verano. Me levanté con sigilo para no despertarle, pues yo debía llegar temprano al trabajo, esto marcaría para nosotros el último día de una familia normal. Los acontecimientos que a continuación se presentaron fueron una espiral de emociones ante las cuales te sientes impotente y no logras concretar lo sucedido. Duele recordar esa primera noche en donde todos en la casa dormimos en el suelo, uno muy junto al otro, como si el calor de nuestros cuerpos pudiera rechazar ese miedo que nos atenazaba hasta asfixiarnos, nuestro llanto era una sinfonía de dolor. Fue la noche más larga de nuestras vidas.

Esperamos el amanecer con incertidumbre. La vida como la conocíamos hasta ese momento se hizo añicos y lo único que restaba era recoger una a una sus piezas, para intentar difícilmente ponerlas en su lugar, y así, volver a trabajar para hacerle frente, ahora sola, a las responsabilidades de un hogar en el que los hijos aún necesitaban de su padre. Sacar fuerzas que no se tienen, buscar respuestas que nunca llegan, seguir el camino con doble carga sobre los hombros porque no hay otra alternativa: la ausencia del esposo, el padre, y la categorización de indocumentados en un país en donde todo tiene un valor extra para el extraño. Enfrentar como familia la detención de tu pareja cuando no se tienen muchas alternativas es como caminar en la oscuridad, solo la necesidad de proteger a la familia te hace crecer y ser fuerte ante la adversidad.

La carencia de estatus migratorio es la mayor afrenta al ser humano. Este es un problema sociopolítico que afecta tanto a las familias en este país como a las familias en el país de origen. Las pérdidas de los seres queridos causa un enorme sufrimiento y separación en las familias. Ahora que el tiempo ha restañado las heridas, mi familia se pudo levantar y supo seguir caminando sin ese miembro tan importante como es el padre. La mirada al pasado nos hace brotar lágrimas, aunque tenemos claro en el fondo de nuestros corazones que el camino hubiese sido distinto con él, la realidad no nos dió otra alternativa. Muy seguramente este episodio que nos tocó vivir no tiene comparación con las políticas represivas del gobierno de Trump actualmente, si el dolor ante la ausencia del padre aún la sentimos, ante el menor impasse en nuestra cotidianidad, no llego a imaginar que hubiera sido si el “ausente forzado” fuera un hijo como se presenta en la actualidad.

Lo que sucede hoy por hoy con los miles y miles de personas indocumentadas, el desmembramiento de las familias, la separación de los hijos, muchos de ellos lactantes, no tiene registro en la historia de esta Nación. 

Todo esto es contra de la naturaleza, el ser humano en toda su composición nació para caminar, lo llevamos en los genes. Cuando el hombre histórico tenía que desplazarse, lo hacía porque el clima, siempre cambiante de nuestro planeta, obligaba a buscar mejores pastos, este simple hecho de sobrevivencia lo ha ejecutado el ser humano no por capricho como algunos lo insinúan, sino por necesidad.

Ahora bien, en la actualidad la migración se condena sin tener en cuenta las causas que la provocan, estas son múltiples por su puesto, pero tomemos solo una de ellas como ejemplo. Las causas económicas de los países de origen de la gran masa de inmigrantes son provocadas por medidas externas. Cuando no tienes como crear el alimento para los tuyos te mueves, por instinto de sobrevivencia, y ese movimiento, como se dijo anteriormente, es genético. Es allí donde las personas migrantes se deben enfrentar con las barreras que han impuesto los estados, especialmente Estados Unidos, que influyen en la economía de los países de latinoamérica, es decir, incide en la economía casera del inmigrante, completando así un círculo siniestro.

Encarcelar a miles de familias, separar los niños, niñas y adolescentes de sus padres es inhumano, todos estamos sufriendo la violencia al ser arrebatados de nuestras familias. Escuchar a diario en las noticias acerca de las separaciones duele el alma, y lastima muchísimo, porque toda esta violencia causa una gran herida, que no sana, queda abierta y tal vez nunca sanará. Estará presente en las vidas de todos aquellos quienes la han sufrido, por el simple hecho de buscar un mejor futuro para sus familias y el derecho a vivir dignamente.

Criminalizar a todo aquel que es pobre, marginalizado y que se atreve a soñar un mejor futuro para sí mismo y sus familias es un acto reprochable.

Autora: María Serna