La incondicional

LasTesis

Amiga, tú la misma de ayer, La incondicional, La que no espera nada.

Cuando el movimiento #MeToo (Yo Tambien en Español) tomó fuerza en las redes sociales de México, comenzaron a salir a la luz decenas de nombres de catedráticos, artistas, escritores y activistas de los movimientos sociales. En un par de días no tardo en aparecer el nombre de uno de mis ex compañeros de la Universidad en México. Mucha gente piensa que el movimiento #MeToo se compone sólo de mujeres actrices de Hollywood, que comenzaron a denunciar directores de cine y productores acusándolos de acoso y abuso sexual. Sin embargo, el movimiento tomó cada vez más fuerza y logro llegar más a fondo en nuestra cotidianidad. Si bien no me sorprende que el nombre de mi compañero haya salido a la luz dentro de las denuncias, sí me sorprende que nos hayamos tardado más de una década en denunciarlos.

@victorgzapata no era un compañero violento, ni macho, ni misógino. Víctor era un compañero que organizaba marchas con nosotrxs, que compartía con nosotrxs en las fiestas, que siempre estaba involucrado en la resistencia estudiantil y en apoyar a movimientos sociales como los zapatistas. Cuando estábamos en la Universidad éramos muy amigos. Él siempre estaba rodeado de compañeras. Como la gente dice en México era como un “Don Juan”, a pesar de no ser el tradicional chavo “atractivo”. Fuimos amigos muy cercanos, y tuvimos relaciones íntimas. Y seguimos siendo amigos. En ese entonces, yo trabajaba para terminar mis estudios en la Universidad, rentaba un cuarto y siempre andaba con los centavos contados. Víctor me dejaba usar su computadora para hacer mis tareas, y en general era buena onda conmigo. De la buena onda se pasó rápidamente a obligarme a mantener una relación íntima que yo ya no quería tener con él. A veces me ofrecía darme un aventón después de alguna fiesta, y terminaba llevándome a su casa para forzarme a tener relaciones sexuales con él. Utilizaba su poder económico y social para abusarme. Víctor era mi amigo.

Poco tiempo después, dentro de los mismos círculos mi mejor amiga empezó a salir con un chavo que era 10 años más grande que nosotras. Eramos amigxs y salíamos todxs juntxs varias veces a cotorrear. Una vez cuando él sabía que mi amiga estaba fuera del país, él se apareció por la Universidad. Yo estaba buscando como mover a mi cuarto un mueble que me habían regalado, y él muy entusiasmado se ofreció a ayudarme. En camino decidió ir al banco cerca de su casa para sacar dinero, y ya cerca me dijo que fueramos a su casa a tomar unas chelas. Yo estaba un poco incómoda, pero como era un favor acepte. Fuimos a su casa que era lejos, quedaba en el bosque, y mientras el tiempo pasaba yo insistía que  nos fuéramos porque se me hacía tarde. Pasaron las horas y horas, mientras él insistía en que no me preocupara. Hasta que finalmente anocheció y me di cuenta que todo había sido una trampa. 

Él me abusó sexualmente. Al día siguiente me llevó a la parada del camión, y antes que me subiera me agarró del brazo y amenazadoramente me dijo “Por supuesto aquí no ha pasado nada”. Yo me zafe, y me subí al camión sintiéndome sucia, usada, rota. Pasaron los días, cuando mi amiga regresó al país la busque para contarle lo que había pasado. Ella se enojó conmigo, me dijo que yo siempre me involucraba con los chavos que a ella le gustaban. Me aleje de mi mejor amiga.

Por años normalice la violencia sexual. No fue la primera vez que un chavo me engaño saliendo de una fiesta, ofreciéndome llevarme de vuelta a mi casa. Más de una vez mis amigos me engañaron y abusaron sexualmente de mí, pues sabían que era tarde y era peligroso andar en la calle sola.

Desde niña viviendo en México siempre tuve miedo de los hombres desconocidos, de ser raptada, violada, miedo de los extraños. Quiénes me abusaron sexualmente fueron mis amigos, fueron quienes tenía más cerca mío, en quienes confiaba, con quiénes organizábamos marchas, con quiénes íbamos a fiestas. En México todxs saben de la expresión “mano larga”, esto quiere decir aquellxs que te tocan sin consentimiento. Esos eran mis amigos. Me llevó años sanar y recuperar mi cuerpo. Darme cuenta que lo que me lastimó más no fue el abuso sexual, sino la complicidad de mi comunidad, el silencio.

Cuando migré rompí lazos con mi comunidad, poco a poco estando lejos pude ver con claridad el abuso que había pasado. Durante años permití el abuso a mi cuerpo, pero de otras formas con mis parejas, permitía tener relaciones sexuales sin protección pensando que eso significaba amor, creía en la idea que nos enseñaron que estabamos creando una conexión especial. Todas esas ideas que tenía, se me cayeron al piso después de pasar por dos abortos sola. Me di cuenta que a mis parejas no les importaba mi cuerpo, que lo único que les importaba era su satisfacción, su placer. Me di cuenta de que mi cuerpo era desechable para ellos. Reconectarme con mi cuerpo, sanar y recuperar mi propio placer sexual me llevó años de práctica conmigo misma.

Lleva años desaprender el abuso tan profundo que permitimos a nuestros cuerpos que nos enseñan desde pequeñxs, tanto en nuestras familias como en nuestrxs círculos sociales. Entender que la culpa no es nuestra, ni donde estaba, ni cómo vestía. El abuso sexual que pase yo no me lo busque. Nadie se lo busca. Es parte del patriarcado, de sistemas de opresión.

Cuando #MeToo estalló en las redes sociales en México, a la distancia me llene de coraje, quise denunciar. Me sentí confundida pensando que significaría traer a mi vida ese pasado que viví. Después de más de 10 años de mi abuso sexual busque a aquella que fue mi mejor amiga en aquel tiempo. Hablamos por WhatsApp como por una hora, pude decirle de qué forma me afectó lo que pasó, y lo que más me daño fue que ella me culpara a mí de todo lo que había vivido. Ella me escuchó, y también me contó de sus problemas de bulimia y anorexia después de lo sucedido. Quedamos en estar más en contacto. Lloré y sentí que había sacudido un peso de mis hombros, sentí que un pájaro volaba de mi pecho y salía libre. La sanación muchas veces no viene de confrontar a quién cometió el abuso, no viene del castigo y reprimenda. En mi caso, yo necesitaba que mi mejor amiga me acompañara, me escuchara, y me creyera.

Hubiera querido que mi mamá me hablara sobre relaciones consensuadas, que en mi comunidad no se hiciera de la vista gorda. Que mis amigas me llamaran para saber que llegue bien a mi casa. Que mis amigos supieran que sus juegos de poder pueden causar mucho dolor. Nosotrxs somos #MeToo, y esta es mi historia. Hoy mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, No es No. #Yositecreo.